Escalofríos


Selección: Douglas E. Winter
Título: Escalofríos
Editorial: Grijalbo
Año: 1989
Páginas: 246




"Me entristece admitir que esta vez fue mi cuchillo el que resbaló."

Ponga una mujer en su mesa, de Paul Hazel.


La selección de relatos de Douglas E. Winter fue publicada por primera vez en 1988 como un único volumen constituido por una introducción y trece relatos de distintos autores bajo el título de Prime Evil. En español, la colección fue publicada un año después en dos volúmenes, Escalofríos es el primero de ellos e incluye la introducción, una reflexión sobre por qué leemos terror, de Douglas E. Winter, y los seis primeros relatos de la antología.

La introducción, muy en la línea de Danza Macabra (Stephen King, 1981) constituye un pequeño ensayo sobre el papel de la literatura de terror en el mundo contemporáneo, ¿qué lleva a escritor a plasmar sus pesadillas en el papel? y, más importante aún, ¿qué nos lleva a los lectores del género a su lectura? El terror es un género que lo impregna todo, en toda la historia de la literatura encontramos presente el terror, pero no se trata de lo macabro, de lo explícito o de un género asociado a lo fantástico, Winter entiende el terror como una emoción, una emoción que nos permite liberarnos, de los impulsos que nos controlan y de nuestros miedos a través de otros, que nos ayudan a que el mundo real parezca menos terrorífico en comparación.

En cuanto a la estructura, este primer volumen está dividido en dos grades partes, una primera titulada La corte del Rey Carmesí, que incluye tres relatos, uno de Stephen King, un segundo de Paul Hazel, y un tercero de Denis Etchison, y una segunda parte titulada De vuelta a la Tierra, compuesta por los relatos de Clive Barker, Thomas Tessier y M. John Harrison. Esta división corresponde en cierto modo al carácter general de los cuentos, aunque la diferencia es tenue, podríamos decir que los tres primeros son más explícitos, la presencia de la sangre es la clave, y los tres últimos tienen un carácter más psicológico, en el que el terror es más sutil.

Entre los cuentos que más me han llamado la atención voy a referirme a cuatro, el primero de ellos, coronando la antología, el cuento de Stephen King. El aviador nocturno es un cuento de terror de estilo clásico y con elementos clásicos, si bien a mi entender no es uno de los mejores relatos de King, ya que le falta parte de esa esencia psicodélica y onírica de otros relatos como Riding the Bullet o The Langoliers, y tan propia del autor, sí es un relato profundamente impactante que mantiene la atención hasta su punto culminante, con escenas realmente vividas (algunas bastante explícitas) y, sin duda, el más sangriento de los seis.

Por otra parte, pero en un estilo bastante similar, tenemos El beso sangriento, de Denis Etchison, también bastante explícito, mezclando un guión de fantasía y la realidad dentro del propio cuento, podríamos decir que tenemos dos cuentos en uno. El estilo es muy ligero y las descripciones muy gráficas. 

Sin duda merece la pena destaca La inminencia del desastre, de Clive Barker, es un relato de terror psicológico en el que se nos introduce en la mente de una mujer de mediana edad, hija única, cuya madre acaba de morir, que debe que volver al barrio de su infancia y a los viejos terrores de esta. Es un retrato de la mente humana, que hace hincapié tanto en los buenos sentimientos como en los malos, dejando al descubierto los nuestros miedos más profundos.

Sola con la soledad de los hijos únicos: encerrados con sentimientos incomprensibles, en infiernos de ignorancia privados cuyos pasadizos se extendían, desapercibidos, hasta la edad adulta.

La inminencia del desastre, de Clive Barker

Y por último, en mi opinión el mejor de estos seis primeros relatos. Ponga una mujer en su mesa, de Paul Hazel. Como bien se explica en la pequeña biografía del autor que se incluye al comienzo de cada capítulo, Hazel no es un escritor de terror sino de fantasía. Sin embargo, lejos de ser fantástico, este cuento consigue, sin el uso del elemento sobrenatural, introducir al lector en una suerte de shock, su vocabulario es sutil, no hay nada que pueda escandalizar en una lectura superficial, ninguna frase está fuera de sus sitio. Hazel utiliza las palabras exactas para dar para transmitir su mensaje, nada sobra y nada falta, y el terror no está en el texto, sino en la mente perversa del lector. Una maravilla.